Suspensión. Expulsión. Disciplina excluyente. Echar a un niño de la escuela es la forma más extrema de disciplina que un distrito escolar puede aplicar. Por lo que usted podría pensar que el sacar a un niño de su ambiente educativo se reservaría para los delitos más extremos—para los niños que representan una amenaza para la seguridad de sus compañeros o personal de la escuela. Los datos sugieren lo contrario

“A nivel nacional, hasta el 95 por ciento de las suspensiones fuera de la escuela son por mal comportamiento no violento—como ser disruptivo, actuando de manera irrespetuosa, tardanzas, blasfemia y violaciones del código de vestimenta”, según el estudio “Cero Tolerancia, Cero Evidencia” por el Centro de la Política de Educación de la Universidad de Indiana.

“Siempre van a haber niños desobedientes, disruptivos en la escuela”, dice John Hudson, Absentismo, Asistencia, Prevención de Deserción Escolar y Supervisor de Recuperación de Crédito en Waco ISD. “Es la respuesta a este comportamiento que es inadecuada. Sé que es un cliché, pero cuando todo lo que tienes es un martillo, todos los problemas parecen un clavo.” Pero este es un problema sólo unos pocos estudiantes se enfrentan, ¿verdad? No es así.

En un estudio sin precedentes, “Romper las Reglas de la Escuela,” el Centro del Consejo Estatal Gubernamental de Justicia rastreó más de un millón de estudiantes de secundarias públicas en Texas durante seis años. Ellos encontraron que casi el 60 por ciento de estos estudiantes fueron suspendidos o expulsados por lo menos una vez entre los años de sus séptimo y doceavo grados. Ha leído bien. Casi tres de cada cinco estudiantes de secundaria públicas en Texas son suspendidos o expulsados al menos una vez entre el séptimo y doceavo grados. El estudio también encontró que estas medidas disciplinarias aumentaron la probabilidad de que un estudiante podría abandonar la escuela o terminar en el sistema de justicia juvenil.

La cosa es, el sacar a un niño de la escuela puede parecer ser una solución económica, sencilla, pero las suspensiones y expulsiones tienen costos a largo plazo. Podrían dejar a los estudiantes en casa sin supervisión, y pierden valioso tiempo de clase que es difícil de recuperar. Como medida disciplinaria, suspensiones y expulsiones no pueden enseñar a los estudiantes las habilidades y estrategias que necesitan para mejorar su comportamiento y evitar problemas en el futuro.

Y no todos los estudiantes reciben un trato igual. De acuerdo con la Oficina de Derechos Civiles, los estudiantes afro-americanos tiene tres veces más probabilidades que sus compañeros blancos de ser expulsados o suspendidos. Y mientras que los estudiantes que reciben servicios de educación especial son el 12 por ciento del cuerpo estudiantil del país, constituyen el 25 por ciento de los estudiantes que reciben múltiples suspensiones fuera de la escuela y el 23 por ciento de los estudiantes que reciben un arresto relacionado con la escuela.

Entonces, ¿qué se puede hacer? En enero del 2014, los departamentos de Justicia y de Educación en conjunto lanzaron un “Paquete de Guía Disciplinaria Escolar” con el fin de fomentar el replanteamiento de la disciplina escolar. El paquete está dirigido a educadores, directores, administradores del distrito, miembros de la mesa directiva, los directores de escuelas chárter, oficiales de recursos escolares, consejeros, trabajadores sociales, padres, líderes de la comunidad y sobre todo, a los propios estudiantes.

Dentro de este paquete hay un conjunto de principios destinados a mejorar el ambiente escolar y la disciplina:

Ambientes escolares positivos pueden ayudar a prevenir el mal comportamiento.

El mal comportamiento es una señal externa de las dificultades en la vida del niño, tales como trauma, problemas de salud mental, abuso de sustancias o problemas en el hogar, la escuela o la comunidad. Una escuela debe trabajar con recursos externos comunitarios para determinar la causa y proporcionar apoyo mientras que un estudiante aún se dedica a la educación.

Suspender o expulsar a estudiantes pueden afectar negativamente el ambiente escolar en general, disminuyendo la confianza entre las familias y el personal escolar. En cambio, los maestros, administradores, personal de apoyo y los oficiales del orden en las escuelas deben recibir capacitación periódica sobre la manera de involucrar a los estudiantes y promover un comportamiento positivo. Además, cuando la seguridad no es un problema, las cuestiones disciplinarias relacionadas con la escuela deben ser manejadas por la escuela, en vez de entregarlos a la policía.

Las expectativas deben ser claras y consistentes, y las consecuencias deben ser adecuados al desarrollo y proporcional.

“Las escuelas deben tratar de proporcionar diferentes niveles de intervenciones y apoyo a los estudiantes, basados en sus necesidades”, dijo el Secretario de Educación Arne Duncan. “La mentalidad de que una medida le queda a todos simplemente no funciona”. Las familias, los estudiantes y el personal escolar deben participar en la creación y aplicación de las políticas disciplinarias en la escuela, y las políticas deben ser comunicadas claramente. Con el entrenamiento, el personal puede utilizar estrategias alternativas que mantienen a todos los estudiantes comprometidos en la instrucción, en la medida de lo posible.

Los estudiantes deben ser tratados con igualdad y justicia.

Todo el personal de la escuela y los oficiales del orden en las escuelas deben ser capacitados sobre cómo disciplinar de una manera justa y equitativa. Los distritos deben llevar un registro de las acciones disciplinarias y evaluar si las políticas son discriminatorias hacia los subgrupos tales como los niños de color, los estudiantes con discapacidades o niños en situación de riesgo.

Como dice la famosa frase de Frederick Douglass: “Es más fácil construir a niños fuertes que reparar a hombres rotos.”

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